Mismo cuento. La calle efímera de los recuerdos (cambio de género).

Era una noche cálida y húmeda en la ciudad de Pelliza. Salgo, como todas las noches, a vagar por las calles de la ciudad; solitario y acostumbrado a la cotidianeidad de mi rutina y a disfrutar aquellos paisajes donde la luna resplandeciente es la protagonista del momento. 

Entregado a la naturaleza, sentado en el rincón de la calle, observo frente a mis ojos aquel parque lleno de recuerdos y experiencias vividas de la infancia, momentos acompañados de mis juguetes, el doctor Píccolo, y mi fiel amigo, el héroe Chester; mientras miro a los vecinos de la ciudad disfrutando y compartiendo la mirada los unos a los otros. 

Mientras pienso y reflexiono a la luz de la luna, sentía que era mejor tirarse al pasto fresco y verde del jardín. Cruzo la calle, saludo con cariño a los vecinos que se sorprenden al verme por no ser aquel niño con sus amigos juguetes, sino ya un hombre maduro y con barba.

Tirado, observo en el cielo como las nubes van uniéndose entre sí formando figuras gracias a la imaginación de mi mente. Desde aquel momento algo no iba bien; aquellas formas que por un momento pensaba que se trataban de simples nubes empezaron a moverse de manera extraña y tomando cierto color llamativo. Se movían tan rápidamente que no llegaba a distinguir de que se trataba aquella hecatombe en el cielo. 

Tratando de buscar aliados ante este fenómeno me doy cuenta que el parque está vacío y las calles desoladas. Así sin más, empiezo a caminar, esperando por alguien que me de alguna respuesta de lo que pasaba; al seguir, tropiezo con una piedra tan grande y brillante que jamás había visto. Agarro el objeto grande y brilloso pero un ruido me aturde la cabeza que me hizo tirarme de rodillas al suelo. 

Al levantar la mirada un artefacto luminoso se estaciona frente a mi; era una nave, una nave del futuro rodeada de humo y por lo que se veía llena de miles de botones. Sorprendido y abatido por aquel ruido que aún resonaba en mi cabeza, escucho voces y movimientos que se hacían notar detrás de la gran bola de humo. Como puedo me levanto y me acerco lentamente a la nave, sin saber con lo que me voy a encontrar. Perdido y un poco abrumado escucho que alguien me llama, hago foco con la mirada y me doy cuenta de que aquel llamado que venía de esa nave habitada por criaturas extrañas, era del mismísimo doctor Piccolo que venía a buscarme, junto con Chester, para navegar en el tiempo. 

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