Consigna: cuento policial.

Era un domingo por la tarde, un día frío y oscuro de pleno invierno. Yo, Marisa Grosso, detective del sur de la ciudad de Buenos Aires, me encontraba en mi casa tomando un whisky acompañada de Betún, un fiel perro negro a quien adopté cuando fue abandonado en la carretera por su dueño. 
Todo se encontraba muy tranquilo hasta que tocan la puerta de mi casa, observo por la mirilla pero no veo a nadie, abro la puerta y del otro lado se encontraba un enano desesperado y angustiado. Su nombre era Miguel. Se presenta ante mi para que le ayude a resolver un caso de homicidio; se trataba de su amigo Nicolás, que desde hace días no sabe nada de él. 

Nos dirigimos hacia el domicilio, era un departamento que se encontraba en el cuarto piso. Al abrir la puerta, la cual extrañamente se encontraba sin llave, observo el departamento revuelto, un espejo roto y un cuchillo ensangrentado que le faltaba el mango. Le digo a Miguel que tenga cuidado y que no manipule la escena del crimen. Sin tener más que esos datos relevantes a tener en cuenta, decidimos radicar la denuncia en la comisaría. 

Junto con la policía comenzamos con las investigaciones; extrañamente Miguel se encontraba un poco decepcionado por la falta de compromiso que mostraba la policía, pero todos sabíamos que iba a llevar tiempo ya que estábamos frente a una desaparición misteriosa, por lo que había que ser meticulosos. Fui juntando los testimonios de gente cercana a él y quienes lo vieron por última vez. Al indagar con el encargado del edificio, el señor Osvaldo, noto cierta tartamudez y nerviosismo en él; entre palabra y palabra me expresa que la última vez que lo vio salir del edificio llevaba consigo un reloj antiguo el cual Nicolás le dijo que tenía que llevárselo a su amigo. 

Al seguir con los testimonios y sin poder encontrar una pista certera, le digo a Miguel que me ayude con algunos datos relevantes para avanzar en la investigación. Me invita un café en su casa y al ingresar observo un enorme y gran reloj antiguo colgado en la pared principal de la casa. Un poco desorientada y petrificada, pienso porque Miguel no me dijo que tenía aquel obsequio que le dejó su amigo antes de desaparecer. Le pregunto si aquel presunto reloj era un regalo de su amigo Nicolás; sorprendido y sin poder creer lo que salió de mi boca, pega un salto y se va al fondo de la casa exaltado. 

Abrumado y nervioso ante la situación empieza a temblar y a gritar, le hago preguntas a Miguel pero ya no responde; solo se agarra la cabeza y revolotea los ojos como si pareciera que está perdido. Al notar que llamo a la policía y al sentirse acorralado en su propia casa, al grito de "YO LO HICE, YO LO HICE" tira el mango de aquel cuchillo ensangrentado que se encontraba en el departamento de su amigo. 

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